• ¡Todos tenemos derechos a la vida sin dolor!*

    Que fueras condenado a muerte o no dependía de en qué estado estuvieras, dependía de cuál fuera el color de tu piel, dependía de cómo hubiera sido el propio juicio o de quién te hubiese defendido. Era como tirar los dados sobre la mesa. Ray Krone, exculpado de la pena de muerte al demostrarse su inocencia luego de 12 años en cárceles de Arizona

    El mundo ha dado saltos importantes para abolir la pena de muerte, pero el camino está lleno de retrocesos y retos. El miércoles 23 de enero fue ejecutado el ciudadano mexicano Edgar Tamayo Arias en un penal de Texas.

    Según datos Amnistía Internacional actualmente existen en el mundo 106 países que mantienen vigente la pena de muerte, de estos 60 la aplican, 11 solamente en circunstancias excepcionales y 35, aunque la permiten, en la práctica no la emplean.

    Estados Unidos se encuentra entre los que mantienen y aplican. Son variadas las formas en que se ha ejecutado la sentencia de muerte en ese país, y, en un esfuerzo por hacer más “aceptable” y menos dramática la ejecución de los presos se ha llegado al método de inyección letal, en 33 estados de la Unión Americana se utiliza. Desde la primera vez que se aplicó, en 1982, más de mil personas han muerto de esta manera en el vecino país.

    Las autoridades norteamericanas sostienen que la inyección letal es un proceso de ejecución relativamente “humano´´ y no viola la octava enmienda constitucional de ese país, que prohíbe el castigo cruel e inusual. Sin embargo, las evidencias de diversos estudios médicos han demostrado lo contrario:

    Pero, ¿Qué es la inyección letal? Aunque existen variaciones, la inyección letal consiste en la administración secuencial de tres sustancias: tiopental sódico que hace perder el conocimiento, bromuro de pancuronio que paraliza el diafragma y dificulta la respiración y finalmente cloruro de potasio que provoca un paro cardiaco.

    Se estima, según las autoridades, que la persona muere en 10 o 15 minutos sin mayor sufrimiento porque se encuentra inconsciente. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones los fuertes anestésicos no surten efecto por el estado emocional del preso por lo que se provoca sufrimiento físico y mental. Ello ha sido considerado por los médicos como “crueldad innecesaria”.

    Un estudio de la Universidad de Miami demuestra que las personas que se encargan de la aplicación de las inyecciones letales por lo general no son médicos expertos en anestesia, además de que la aplicación de la inyección letal la realizan a distancia y no se acercan a los condenados para monitorear y comprobar que la anestesia huya surtido efecto antes de recibir la sustancia que provoca el paro cardiaco.

    Se sabe que algunas ejecuciones han durado más de hora, minutos eternos de agonía y sufrimiento, en algunos caso se ha debido duplicar la dosis para lograr la muerte del condenado.

    Entonces ¿Qué pasa con la octava enmienda constitucional norteamericana? Está siendo violada por el propio sistema de justicia de ese país.

    A la injusticia de esta sentencia, por inhumana, se pueden agregar, y en algunos casos se ha comprobado, que a los sentenciados no se les respetó el debido proceso, no contaron en su proceso jurídico con la asistencia consular a la que tienen derecho todos los extranjeros al ser juzgados en países distintos al suyo.

    En 2004 la Corte Internacional de Justicia condenó a Estados Unidos por la violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares; México demostró que 51 presos mexicanos no fueron informados de su derecho de asistencia consular; entre ellos se encontraba Edgar Tamayo.

    No estoy defendiendo la inocencia de estas personas sino su derecho a un juicio justo, imparcial y bien informado. Si los mexicanos hubieran contado con la asesoría de los consulados de México en Estados Unidos quizá el resultado de los juicios hubiera sido distinto.

    No entiendo el encono que empuja a desear -y presenciar- la muerte de alguien; menos comprendo cómo la imagen del sufrimiento físico que provocan todos los medios para ejecutar la pena de muerte pueda reparar daño alguno.

    Que se entienda bien: no defiendo a la gente que comete crímenes. Pero estoy a favor de la vida y la justicia.

    *Artículo publicado originalmente en El Sol de México [enero 27, 2014]

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