
La fiesta de los reyes: ilusión y convivencia*
El encanto de los Reyes Magos trasciende la inocencia infantil y al 6 de enero, porque es necesaria la fantasía en la vida diaria
Abel Pérez Rojas
Este 6 de enero millones de personas en todo el orbe, en especial del mundo hispanoparlante, celebran la fiesta de la Epifanía de los Reyes Magos. Con ella recuerdan una tradición celebrada por siglos.
Las historias sobre los reyes magos refieren que provenían de Persia (hoy Irán) y que originalmente no se les consideraba reyes, sino sabios. En la Biblia católica, por su parte, el Evangelio según Mateo es el único que menciona a los “magos”, aunque sin mencionar nombres. Aparentemente los nombres sólo se empezaron a usar hasta el siglo V d.c.
En los anales de la historia sobre los reyes magos hay una gran riqueza. Por ejemplo, fue hasta el siglo XVI cuando se comenzó a representar a uno de los reyes con el color negro. Resaltan también las historias sobre la salvación de la Iglesia de la Natividad en Belén de los ataques persas de 1614 porque, según la historia oral, éstos encontraron la imagen de los reyes, vestidos a la usanza persa, en los pisos de la iglesia. También, que en la tradición armenia se celebra a 12 -y no a 3- santos reyes.
En el mundo existen varias ciudades que dedican monumentos a los reyes magos: Ibi, en España; Juana Díaz, en Puerto Rico; y Logro, también en España, son sólo algunos ejemplos.
Pero el único templo consagrado a los reyes magos patrones está en mi ciudad natal, Tizimín. Y de acuerdo con diversos historiadores y cronistas, la fiesta en su honor dio inicio en 1847, hace 166 años.
Hay controversia respecto del origen de las figuras que representan a los magos y que se encuentran en el templo de la ciudad (construido durante los siglos XVI y XVII). Algunos historiadores sostienen que fueran traídas desde Guatemala en el siglo XVI. Otra versión señala que un Galeón de España, que provenía de Barcelona, rescató las imágenes de un barco turco que se incendiaba.
Lo cierto es que la fiesta de los reyes de Tizimín no puede entenderse sin asociarla a las celebraciones tradicionales de Yucatán, pues en ella se conjuntan la jarana, el jaripeo, las corridas de toros y la verbena popular. Es, sin duda, una gran vaquería -a la que se calcula una asistencia de hasta 150 mil personas- en la que se celebra y reproduce la riqueza cultural del estado: el mestizaje y la tradición se combinan para crear una fiesta única.
Durante los últimos años la feria también se ha convertido en el espacio primordial del municipio para sus exposiciones ganadera, agrícola e industrial, y ha coadyuvado no sólo a su crecimiento económico, sino al del oriente del estado. No obstante, con estos beneficios también han llegado retos que vale la pena enfrentar.
Desgraciadamente en muchos estados del país las ferias y fiestas patronales han ido cediendo paso a situaciones que no les son propias: abuso de alcohol, conflictos entre asistentes, y robos y asaltos, por ejemplo. Este es un desafío para la feria de Tizimín. Habría que recuperar el gusto por el pozol, por la jarana, por las bombas. También, fortalecer el lugar que ocupamos como potencia en la charrería.
*Artíiculo publicado originalmente en El Sol de México [enero 6, 2014]