El camino de la vida: por el respeto a nuestros abuelos*
*Por Senador Daniel Ávila Ruiz
Envejecer es como escalar una gran montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena.
Ingmar Bergman
Hace unos días, durante la entrega de lentes en Teabo y Pacabtun, Yucatán, tuve la alegría de compartir varias horas con personas de la tercera edad y abuelos de mi Estado. Abundaron las historias de vida, las anécdotas sobre hijos y nietos, los recuerdos sobre los vecinos, las vaquerías. Aderezadas con sonrisas, compartimos remembranzas sobre la comida y las tradiciones que hemos celebrado tantos años.
Reunirme con los abuelos de dos amados rincones yucatecos alimentó mis inquietudes respecto de la calidad de vida de ellos y sus familias, así como de la atención y trato que les damos. Lo cierto es que las personas mayores de 60 años son un sector en rápido crecimiento en México y muchos otros países del mundo.
De acuerdo con el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) en 2012, 11.2% de la población mundial era mayor de 60 años, y en las regiones más desarrolladas el porcentaje superaba 22 puntos. En el caso de México, según el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE), los adultos mayores son poco más de 10% de la población.
En México existen cerca de 10 millones y medio de adultos mayores; 6 millones de ellos son jefes de familia y al menos un millón viven solos. Según las proyecciones del Consejo Nacional de Población (Conapo), para 2050 seremos 128.7 millones de personas mayores de 65 años.
El envejecimiento de nuestra población, próximo en las siguientes 2 a 3 décadas, significa retos de enorme proporción para México. El más evidente: la atención en salud, a la que se deben sumar proveer espacios para la participación económica y laboral de las personas mayores, y la provisión de oportunidades y espacios de convivencia comunitaria. Su peso económico -como lo demuestran las experiencias de países que ya transitan por esta fase- será de gran importancia tanto a nivel nacional como en el de las familias mexicanas. Baste mencionar que en varias naciones europeas, así como en Japón, se han instrumentado programas de trabajo que procuran la participación laboral de las personas mayores de 60 años.
De acuerdo con estudios en México, como la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo, hoy en día la mayoría de los adultos mayores dedica la mitad de su tiempo a la semana a atender sus necesidades y cuidados personales; los hombres, además, invierten 20% de su tiempo en trabajar en actividades comerciales, y 21% de las mujeres lo hacen en el trabajo doméstico. Resalto el papel tan importante que las personas de la tercera edad tienen en el cuidado de nuestros enfermos, discapacitados y niños: las mujeres, en promedio, pasan 7% de su tiempo en ello; para los hombres el porcentaje es 6.
Los seres humanos, todos, somos un cúmulo de vivencias, deseos y necesidades. En nuestro ser hay siempre la búsqueda de convivencia y reconocimiento. También, el derecho a ser.
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) afirma que en México los adultos mayores se enfrentan a abandono, maltrato, exclusión y discriminación. Explica que ello restringe su acceso a derechos que son, y deben ser, gozados por todas las personas en un Estado democrático.
A todos nos toca garantizar los derechos de todos. Y recordar que, conforme avanza la vida, se acerca la propia vejez. Ante ello, me gusta pensar en las palabras de Miguel de Unamuno: “Jamás un hombre es demasiado viejo para recomenzar su vida y no hemos de buscar que lo que fue le impida ser lo que es o lo que será”.
*Columna publicada originalmente en El Sol de México [septiembre 1, 2014]