
Construir una sociedad con valores, el arma contra el acoso*
*Por Senador Danel Ávila Ruiz
Ante las atrocidades tenemos que tomar partido.
El silencio estimula al verdugo.
Elie Wiesel
La semana pasada los medios de comunicación volvieron a poner énfasis en el denominado “bullying”, que significa intimidación o acoso, sobre el cual escuchamos por primera vez -pero que experimentamos mucho antes- hace un quinquenio. Las imágenes y audios de niños y adolescentes atacados con violencia y crueldad, de manera insistente, nos recuerdan que en México las familias y las escuelas tienen mucho que hacer para recuperar valores, fomentar el respeto y crear comunidades con lazos de solidaridad y, más aún, de empatía. Y es que el “bullying” no solo es físico: tiene grandes tintes de intimidación psicológica.
Susan Forward describe el “bullying” como abuso: “es abuso cualquier comportamiento encaminado a controlar y subyugar a otro ser humano mediante el recurso al miedo y la humillación, y valiéndose de ataques físicos o verbales”.
Para nuestro país este problema es ya de consideración. La Organización de Naciones Unidas señal que en 2007, 65% de las niñas y niños en nuestro país dijo hacer sufrido al menos un caso de acoso por parte de sus compañeros.Asimismo, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), se han identificado más de 18 millones de casos de menores que han sido víctimas de acoso verbal, físico, psicológico y hasta cibernético en alrededor de 220 mil planteles educativos de educación básica. Además, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) señala que México ocupa el primer lugar en casos de bullying en América Latina.
Las agresiones más comunes son psicológicas, amenazas, insultos, abuso de poder y golpes, pero las investigaciones de expertos y medios han documentado que en primarias y secundarias hay grupos de estudiantes que llegan a cobrar “el derecho de piso”. Y, por si fuera poco, el “bullying a la mexicana” tiene crecientes tintes de racismo.
El acoso tiene a durar largo tiempo -incluso años-, pues como explica Ana Isabel Gutiérrez se construye un círculo vicioso: “la víctima depende del agresor… pero el agresor también depende de la víctima porque basa su autoestima en la dominación”.
Diversos autores consideran que la solución a este problema es multidisciplinaria, pues requiere la intervención decidida de las familias y ser liderada por la comunidad educativa, culminando en la actuación judicial en los casos en que se requiera.
Es la sociedad en su conjunto la que tiene que responsabilizarse de que los niños se eduquen en un contexto de libertad, igualdad y justicia. Tenemos que comprometernos a establecer lazos de comunicación, relación y actividad con base en el respeto.
No es un tema exclusivo de las autoridades educativas, de los legisladores o de los maestros; es de todos. Ya se alistan nuevos mecanismos de denuncias e intervención, y se revisa la legislación respectiva. Pero, como en muchos de nuestros grandes desafíos, la clave de la solución está en nuestras casas, familias y comunidades. En tu casa, tu familia y tu comunidad.
*Publicado originalmente en El Sol de México [junio 2, 2014]