Compromiso con nuestros niños: trabajar para formar, no para explotar*
El niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación. No será objeto de ningún tipo de trata y no deberá permitirse al niño trabajar antes de una edad mínima adecuada; en ningún caso se le dedicará ni se le permitirá que se dedique a ocupación o empleo alguno que pueda perjudicar su salud o educación o impedir su desarrollo físico, mental o moral.
Organización de las Naciones Unidas
El 12 de junio se celebró el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. El objetivo de esa conmemoración es fortalecer la conciencia y las acciones de todos lo sectores de la sociedad, públicos y privados, para darle fin a la explotación del trabajo de los niños, garantizar el pleno goce de sus derechos y mejorar sus condiciones de vida.
En junio de 2014 el Congreso de la Unión aprobó la reforma al artículo 123 de nuestra Constitución para establecer que la edad mínima para emplear a los niños es de 15 años (hasta entonces era 14 años) y en mayo de este año nuestro país se adhirió al Convenio 138 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que establece el mismo requerimiento.
De acuerdo cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2013, citadas en un documento recién publicado por el Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República, en México 13% de los hogares tenían niñas, niños y adolescentes que trabajaban. En ese año 2.5 millones de niños y adolescentes entre 5 y 17 años de edad formaban parte de la población con actividad económica; el porcentaje más alto por entidad federativa ocurrió en Colima, con 14.3%, y el más bajo en Chihuahua, con 3.1%. Además, en promedio, 6% de los niños que trabajaban en nuestro país tenían entre 5 y 9 años de edad, 23% entre 10 y 13 años, y 70% entre 14 y 17.
Por sector de ocupación, poco más de 30% trabajaba en el sector agropecuario; 26% en el comercio; cerca de 25% en el sector servicios; 13% en manufacturas y 4.2% en la construcción. 62% de los niños y adolescentes trabajadores laboraba para un familiar, 34% para alguien con quien no tenía parentesco y 4% trabajaba por cuenta propia.
Los ingresos de los niños trabajadores se distribuyeron de la siguiente forma: 46 de cada 100 niños y adolescentes trabajadores no recibían remuneración; 28% ganaba hasta un salario mínimo, 5% entre dos y tres salarios mínimos, y 1% más de tres.
¿Por qué trabajan los niños? Claramente la pobreza y la falta de ingresos familiares suficientes son la base de esta situación. En 2013, 23% de los niños y adolescentes dijeron que trabajaban para pagar la escuela; 22% que porque su trabajo era necesario; 22% que le gustaba trabajar o ayudar; 13.5% afirmó que por aprender un oficio y 9% lo atribuyó a por necesidad económica.
Entre los datos más inquietantes están que 36% de la población infantil que trabajaba no asistía a la escuela (el 64% combinaba escuela y trabajo) y que, en 2013, 5% de los niños trabajadores sufrieron alguna lesión, accidente o enfermedad como resultado de esas labores.
Trabajar desde o durante la niñez no implica, en principio, una violación a garantías o daños permanentes. Como explica el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) el trabajo infantil debe analizarse bajo 3 criterios: la edad de los y las niñas trabajadoras, la naturaleza del empleo y las excepciones para países en desarrollo.
En México la edad mínima legal para trabajar ya cumple las recomendaciones internacionales, de 15 años, a fin de garantizar la educación básica de todos los niños, niñas y adolescentes. Respecto del segundo criterio, el de la naturaleza del empleo, la OIT lo define como “todo aquel que priva a las y los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, así como aquella actividad económica que resulta perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”.
En suma: el trabajo infantil que debemos combatir todos, sociedad, comunidades, legisladores, gobernantes y organizaciones públicas y privadas es el que implique peligro y daños al bienestar físico, mental o moral del niño; el queles priva de la posibilidad de asistir a clases o les obligue a abandonar la escuela de forma prematura y el que les demande combinar el estudio con un trabajo pesado.
Conapredexplica que no todas las tareas realizadas por las y los niños deben eliminarse, pues algunas tienen carácter formativo. La participación de niños y niñas en trabajos que no atentan contra su salud, su desarrollo personal y que no interfieren en sus estudios, explica el Consejo,puede ser positiva; entre ellas las actividades en el hogar, la colaboración en un negocio familiar o las tareas que realizan fuera del horario escolar o durante las vacaciones. La propia OIT considera que estas actividades son provechosas para el desarrollo de niños y adolescentes, así como para el bienestar de las familias: “les proporcionan calificaciones y experiencia, y les ayudan a prepararse para ser miembros productivos de la sociedad en la edad adulta”.
Coincido totalmente con los beneficios que se pueden obtener cuando los niños y adolescentes realizan tareas en el hogar o en negocios y actividades económicas de sus familias, en condiciones de seguridad y con respeto a su derecho a la educación, la recreación y el descanso. Desde niños, mis padres nos enseñaron a todas sus hijas e hijos que cooperar en algunas actividades mejoraba la vida de todos; que aprender destrezas, esforzarse y trabajar por el presente y futuro abría un mundo de posibilidades; que hay que combinar el esfuerzo cotidiano con la alegría de convivir en familia.
* Publicado originalmente en El Sol de México [junio 15, 2015]
Foto: reporteyucatan.com
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